Este post que hoy traigo
no viene acompañado de ninguna nueva técnica de entrenamiento, ni consejos de
alimentación, ni nada por el estilo. De lo que hoy voy a hablar es de una
experiencia única e inolvidable que viví hace unos días pero que realmente
comenzó meses atrás, y que creo que podría servir como inspiración o motivación
para muchos otros.
Durante el pasado mes de
abril empecé a sentir una necesidad de afrontar nuevos retos, esa sensación que
te dice que el cuerpo está pidiendo nuevos desafíos y hacer grandes cosas que
no hubieras hecho antes, recordando mi mejor registro en una etapa de
definición en el pasado año 2015 y siendo ésta mi asignatura pendiente tiempo
atrás. Así que pensé que había llegado el momento de vivir el lado más extremo
del fitness y conseguir algo realmente grande que me mantendría motivado por
muchos más años y que me haría ganar en experiencia tanto personal como
profesional. Decidí entrar en competición, lo que antes he nombrado como el
lado más extremo del fitness o el punto en el que deja de ser sano y más
adelante veremos exactamente por qué.
La competición no estaba organizada
por mí, evidentemente, pero sí que era el dueño de mi reto, por lo que me
impuse unas condiciones con las que pretendía superarme en todos los aspectos.
Por un lado, pese a que lo habitual es contar con un preparador personal seas
quien seas, tomé la decisión de poner a prueba mis conocimientos, de ver que es
lo que podría llegar a hacer con mi propio cuerpo por mí mismo y sin
experiencia previa en competición. Quizá fue el punto más temido, pero a su vez
os aseguro que el más emocionante, y esta fue la primera condición que me
impuse.
En segundo lugar,
entendiendo que muy poca gente puede permitirse la mejor y más completa
suplementación acompañándote en tu objetivo (entre los cuales no estoy yo), lo
que podría suponer una gran diferencia en el resultado, decidí colocarme en el
extremo contrario e imponerme como segunda condición utilizar única y
exclusivamente una proteína estándar y los nutrientes de la comida. Es cierto
que esto lo haría todo aún más complicado pero, puestos a retarnos, ¡hagámoslo
a lo grande!
Terminó abril y con el
inicio del mes de mayo comenzó mi etapa de definición 2016, este año más con más
responsabilidad que nunca, y la empecé con unos 82 kg, alrededor de un 15% de
grasa y preparándola para avanzar de manera muy progresiva. Con un objetivo
bien organizado y planificado paso a paso todo es mucho más sencillo, por lo
que quizás este punto sea capaz de marcar una gran diferencia durante la
preparación (al igual que en cada etapa del resto del año).
En cuanto al
entrenamiento no hubo grandes cambios para los inicios, destacando únicamente el
mayor tiempo dedicado al ejercicio cardiovascular, y la reducción de
carbohidratos en la parte de alimentación. Durante este tiempo es muy fácil
decir no a la comida prohibida y te sientes realmente fuerte y motivado pero,
el camino se hará dolorosamente largo más adelante. Eso sí, cada semana, y sólo
si has cumplido como debes en todas las comidas llegaría el premio del ‘cheat
meal’ (comida trampa), que aparte de tener sabor a premio es recomendable
hacerlo por muchos otros beneficios que hemos explicado en publicaciones
anteriores. En mi caso hice uno semanal excepto el último mes de preparación
que los suprimí por completo.
Según avanzaba en el objetivo
cambié la estructura de mi alimentación introduciendo las famosas cargas y
descargas de carbohidratos, y utilicé el siguiente esquema: descarga los lunes
y los martes; carga los miércoles; de nuevo descarga los jueves y los viernes;
y para acabar la semana carga los sábados y los domingos. Seguramente habrá
otros esquemas diferentes a este, pero a mí, personalmente, me gustó de esta
manera. Eso sí, importante recordar que no suprimimos los carbohidratos por
completo, para los días de descarga dejé una pequeña toma al levantarme y otra
como pre-entreno (incrementando las proteínas estos días para evitar el
catabolismo). Y bien, en esta etapa subimos el nivel de dificultad y es cuando
comienza a aparecer el auténtico cansancio y debilitamiento, sobre todo los
días de bajos carbohidratos, que se va acentuando según avanzamos y nos
acercamos al gran día con cada vez menos reservas, esperando la siguiente carga
como un niño espera el día de reyes.
El último mes de
preparación me coincidió con las vacaciones de verano, es decir, varios días
sin gimnasio, pero esto no significa días sin entrenar y mucho menos con lo
cerca que estábamos del objetivo. Encontré un parque en plena playa con barras
y este tipo de instalaciones donde hice mis entrenamientos, con ejemplos como
los que ya puse en mis redes sociales (‘@rubenmolinafit’ en Instagram o mi
página ‘Rubén Molina’ en Facebook) y seguiré subiendo con ideas distintas para
animar a todo el que no pueda ir a un gimnasio a practicar este deporte.
Además, os aseguro que cuatro barras y algún banco fue material suficiente en
esos días, pues las fuerzas ya eran mínimas y lo que antes no supondría gran
trabajo se convirtió en un duro castigo para entonces.
Seguían pasando los días,
la competición parecía estar cada vez más lejos y no al contrario como
realmente era, y entramos en la última semana, en la que apareció la parte más
dura de todo el camino. Similar a enfrentarse al gran jefe de los juegos de
aventura tras una larga secuencia de niveles, en nuestro caso nos enfrentábamos
a una última pero gran descarga de carbohidratos, seguida de una fuerte carga
que acabaría en el escenario y todo ello acompañado del control de agua y
sodio. Mi planificación final se estructuraba con 4 días de descarga y 3 días
de carga progresiva a continuación, con 6 litros de agua diarios y abundante
sal en las comidas en los 4 primeros días, y la cantidad de 3 litros, 1’5
litros y un máximo de 0’5 litros en los 3 últimos días reduciendo también la
sal al mínimo. Con esto último lo que buscamos es la eliminación del agua (hablaremos
en detalle sobre esta práctica más adelante), principalmente subcutánea, que
nos daría el punto final para subir al escenario con una apariencia más rocosa.
Tras la gran descarga y
con los depósitos de glucógeno totalmente vacíos nos preparamos para la última
carga que, al volver a llenar los mismos, nos daría un aspecto más voluminoso,
y esto junto a la eliminación de líquidos es lo que llamamos la puesta a punto.
Pero no por poder llenarnos de carbohidratos y grasas el día de la competición
se acabaría el sufrimiento, es más, este día es el peor de todos, pues un
durísimo adversario nos hace sentir que el hambre que hemos pasado no tiene
importancia alguna, hablamos de la sed. Como hemos comentado antes en las últimas
24 horas apenas caen gotas de agua en nuestra boca y si a ello sumamos las
altas temperaturas de Málaga en pleno agosto y en plena calle el resultado es
aterrador.
El día empezó temprano
para nosotros, pues nos esperaba el largo y cansado viaje al sur, y debíamos
estar a tiempo para el pesaje que se hizo por la mañana. Al llegar allí y ver
aquella espectacular zona de Málaga, el escenario y a los demás competidores
llegar, el cansancio acumulado desapareció (temporalmente) y se convirtió en
pura emoción, pues sentía más que superado el reto con mi mejor forma física
hasta el momento, unos gloriosos 74’6 kg y un increíble 5% de grasa corporal, y
estaba a sólo unas horas de competir delante de 3.000 personas. Así que llegó
el mediodía, y puntualmente la organizadora cogió su micrófono para explicarnos
como transcurriría el evento, y pasamos uno a uno al pesaje y recogida de
dorsales. A partir de ahí nos dirigimos al hotel para descansar lo que
pudiéramos, comer como animales (al menos yo) y rematar los últimos detalles.
Bueno lo de descansar vamos a quitarlo, porque entre los nervios y terminar de
arreglarme se me echó encima la hora de salir de vuelta y nadie pegó ojo.
Volvimos al lugar del
evento, aún había tranquilidad y los locales de comida rápida seguían haciendo
caja gracias a todos los protagonistas. Los patrocinadores terminaban de
colocar su stand y algunos competidores ya empezaban a darse la última mano de
tinte. Y es a partir de este momento cuando empezaba lo peor, pues ya
llevábamos algunas horas sin agua y el Sol seguía castigando a la ciudad, de
hecho algunos teníamos ciertas complicaciones con el tinte y el incontrolable
sudor (especialmente los que no teníamos un material de primerísima calidad),
lo que nos hacía estresarnos aún más. Pero el gran momento se acercaba y cada
vez más gente aparecía por allí, por lo que el nerviosismo se hizo más y más
intenso. Entonces llegó un organizador con una salvadora frase que
transmitirnos con la que comunicaba que Men’s Physique sería la primera categoría
en subir al escenario. Tragó saliva aquel al que aún le quedara algo, nos
despedimos de los nuestros y con el corazón a mil nos dirigimos al backstage.
Unos minutos quedaban
para el gran momento que esperaba desde tantos meses atrás, me sentía enorme, sabía
que ese gran reto que me propuse estaba superado y lo único que faltaba por
hacer era subir allí para mostrarlo a miles de personas. Mientras nos llamaban
(tardé en salir ya que llevaba el dorsal 42) seguimos calentando detrás del
escenario y tratando de controlar un ritmo cardíaco muy acelerado que sólo iba
a más, hasta que apareció un compañero que salió de los primeros para decirme
‘te sientes enorme allí arriba, dalo todo’. Ahí me olvidé por completo de que
estábamos compitiendo, cada uno llevaba su historia, algunos con experiencia, y
otros no, pero yo sabía por qué estaba allí y por lo que pasé hasta ese momento,
así que sentí el mayor de los orgullos y me coloqué en mi lugar para salir.
Entonces pronunciaron mi nombre
y mi dorsal y subí las escaleras con gran satisfacción, dispuesto a realizar
las poses lo mejor que pudiera, pero sobre todo a disfrutar del momento
mientras mi participación durara, pues sabía que sería un momento único que
siempre recordaría. Desde luego que así fue, pero lo que sientes es tan emocionante
como extraño y no encuentro palabras que lo definan con exactitud, simplemente me quedé
con la sensación. Hasta que llegó el momento de la clasificación en el que ni
siquiera esperaba escuchar mi nombre, se trataba de un campeonato nacional con
grandes competidores experimentados, a lo que se sumó mi falta de práctica y
soltura en el escenario y los tintes de no muy alta calidad que sobre todo los
novatos usamos. Eso sí, nadie podía quitarme el triunfo de mi desafío personal,
y con la sensación de ganador es con la que bajé del escenario a buscar a los
míos.
Así que ya estaba hecho,
oficialmente este largo camino había llegado a su fin y desde ese preciso
instante todos nos acercamos a por el premio que más impacientes nos tenía: ¡el
de poder beber tanto como quisiéramos! Visualizamos la entrada de un
restaurante con una maravillosa máquina en la que recargar las bebidas una y
otra vez y corrimos hacia ella dispuestos a dejarla totalmente seca. Orgullosos,
eufóricos y satisfechos, competidores y acompañantes nos juntamos unos con
otros sin saber cómo ni desde qué momento, pero como si de amigos de toda la
vida se tratase, algo muy especial que un evento de estas características nos
dejó.
Recordemos,
para terminar, algo muy importante. En los primeros párrafos hablábamos del
lado más extremo del fitness, o el momento en el que deja de ser sano, y es que
esto es una realidad pues, aunque por suerte no fue mi caso el de tener algún
tipo de complicaciones serias, sí que hubo competidores que confesaron haber
tenido problemas de mareos, bajadas de tensión, debilitamientos o síntomas de
deshidratación en el día del evento. Con esto quiero decir que las preparaciones
para competir se deben dejar para los que realmente saben lo que están
haciendo, o para los que están respaldados por auténticos profesionales del
tema y no poner en riesgo nuestra salud, porque es realmente fácil sobrepasar la
línea de la zona segura cuando nos movemos tan cerca de los límites. Y no
debemos dejar sin su momento de protagonismo al apoyo moral de los tuyos que,
sin duda, yo considero la base del éxito en una preparación, pues el desgaste
mental es el principal enemigo y el que más fuerte golpea. Yo me he sentido
acompañado en este camino por los míos y tengo claro que ese ha sido el factor
clave para no abandonar. Aún así con todo lo bueno y todo lo malo se trataba de
un día de celebración en un impresionante lugar, por lo que así lo tomamos,
listos para lo que quedaba por hacer esa noche: tomar asiento y disfrutar de la
participación de las demás categorías con los deberes hechos.